DOCENTE PROFESIONAL
Creo firmemente en la
posibilidad de ser un parte aguas en la vida de nuestros alumnos cuando de
inspirarlos se trata. Pienso que es importante estar concientes de las fortalezas de cada uno de nosotros, para
trabajar en base a mis áreas de oportunidad y poder darle a los jóvenes lo
mejor de nosotros en vez de llegar a contagiar de aquellas etiquetas que
posiblemente estén dentro de nuestro ser.
Cuando desconocemos
quienes somos o cuando NO LO ACEPTAMOS es difícil estar abiertos a nuevas
posibilidades de crecimiento. Sentimos que ya está hecho todo cuando hay cuatro
formas de hacer lo mismo. Por supuesto que las consecuencias se visualizan en
nuestras secuencias didácticas monótonas y lo peor es cuando afecta nuestro
papel frente a un grupo. La mayoría de las veces los años de experiencia nos
juegan una mala partida porque se nos dificulta creer que los jóvenes ya no son
del tipo de nuestros jóvenes de hace 10 años, es más, ¡ni de hace 4! Y cuando
somos madres ponemos los ojos de nuestros hijos en la cabeza de algunos
alumnos. Aceptar que debemos ser más flexibles, negociar en lugar de imponer,
consolidar un ambiente de discuplina por convicción es un reto impresionante
porque el control parece perderse. Es más fácil inducir con premios y castigos
que dejar que ellos retomen el camino correcto convencidos. Para llegar a promover el autoaprendizaje es
importante transmitir a nuestros alumnos seguridad y confianza en ellos; de tal
manera que la primera persona segura y confiada es el profesor. Existen muchos
momentos que se convierten en instantes de profunda reflexión para todos.
Ellos, nuestros jóvenes aprenden DE TODO; de un grito sin razón, de la falta a
la palabra, de la impuntualidad, de la soberbia, del egocentrismo y del
autoritarismo. Autocontrolarse en
aquellos momentos donde la clase parece boicotearse y llevar siempre un plan B
o C no es mala idea.
Ser el centro de
atención, inspirar miedo y no confianza, establecer una postura inflexible y
autoritaria, parecieran las cualidades de un excelente profesor de hace
décadas, e imagino entrar a su salón y ver un grupo completamente callado y
mirando hacia donde su profesora mira, esperando la indicación para entrar a la
acción. Ahora es o debe ser diferente, porque requerimos de jóvenes que
cuestionen y que se levanten a proponer, en lugar de chicos que respondan y se
queden inmóviles en sus lugares. ¡El país, el mundo lo pide a gritos! Nada es
imposible cuando nuestra clase lleva intención clara, desde la apertura hasta
su evaluación, todo es posible cuando los primeros inspirados somos nosotros,
cuando reflejamos en nuestro arreglo personal, en nuestro material, en nuestro
hablar, en nuestro ser la pasión por compartir y por el deseo de querer ser una
pequeña o microscópica referencia de cambio en nuestro presente o futuro.
Alguno de esos jóvenes puede ser un promotor de valores el día de mañana, quizá
un alumno se convierta en un punto de partida en el cambio que tanto anhelamos,
¿como no pensarlo? ¡Si pasan por nuestros ojos a diario, y muchos y por tantos
años!
¿Es importante encontrar culpables?
“Nuestros chicos están
desnutridos de amor” referencia de Alejandra Llamas en su libro el arte de
educar, dirigido a padres. En ese contexto pudiéramos colocar a los jóvenes
como víctimas y a los padres como victimarios, por ser familias que se encuentran trabajando sin
cesar y descuidan a los hijos o qué tal el absurdo de que las familias se están
desintegrando y que al haber tantas madres solteras, los hijos se están
perdiendo. ¿Quién causa qué, sirve de algo? Podría ser un tema para una
organización social en pro de los valores en los jóvenes, pero a mí, profesora
¿de qué me sirve? Siempre he pensado que el maestro, o que el colegio debe ser
tan colorido que una vez que el alumno atraviese la puerta de entrada se queden
afuera todos esos “desajustes” y problemas que le hacen gris el panorama.
Porque pasan mucho tiempo
en el colegio, porque allí se desarrollan sus características sociales y personales
que le abrirán el camino hacie al éxito en su vida. Pero si al entrar se encuentran
con los señalamientos, cargas de obligaciones sin sentido, autoritarismo o un
exceso de “valemadrismo” unicamente desnutren y destruyen… ¿Cómo nutrir? Con
empatía, siendo pilares fuertes para ellos, pilares de ejemplo, sin hablar
tanto, ser ejemplo de vida, porque puedo hablar mucho, llenar libretas,
saturarles el disco duro de información pero cuando hay incongruencia esta
información se contamina y no llega hacia su verdadero destino. Ser
congruentres en nuestro andar y ser modeladores, porque nuestro alumno está
observándonos en todo momento, ellos necesitan nuestra presencia pero una
presencia linda y atenta ante sus necesidades.
Hacer de nuestra clase
una marca
En mi experiencia he
escuchado comentarios en relación a la forma en que los alumnos ya asocian las
tareas de su profesor por distinción. Por ejemplo, hace poco, con mi hija,
visitamos a una amiga, la hija de mi amiga estaba en la mesa del comedor, tenía
el libro de historia a un lado de la libreta junto con una pluma roja y negra
lista para empezar la tarde de tarea. Valeria, mi niña , enseguida le dijo: –
Tarea de miss Martha – La pequeña se sonrió y le dijo, ¿cómo lo sabes?,
enseguida mi hija describió con mucha facilidad la manera de trabajar de esta
miss que había su maestra de historia hace más de 4 años.
¿Cuántos de nuestros
alumnos sin conocernos llegan a clase sabiendo lo que les espera? Porque
tenemos años repitiendo esquemas y queriendo que respondan de la misma forma.
Haciendo a un lado las experiencias de vida por darle más importancia a los
contenidos y al aprendizaje sin pensar si es significativo para su vida o no.
Rico es cuando un alumno llega a tu clase con altas expectativas porque has convertido
de tus recursos una patente, una marca que te reconoce como un profesor
innovador e impredecible. Quizá hoy los recibas con una tarjeta de color, quizá
entre a tu salón y tengas música, podría ser el día de una charla con un amigo
de España que quiere compartir algo con tu grupo… ¡Todo es posible! Hoy no hay
barrera que se interponga para hacer de una sesión de aprendizaje un momento
mágico que llene no solo la cabeza sino también el corazón.
Debemos desarrollar un
ojo biónico que detecte las necesidades especiales que cada grupo tiene,
planear en función de un diagnóstico que vaya de la mano del ambicioso
programa, con la meta de que en un tiempo los grupos estén nivelados pero sobre
todo igualmente inspirados a desarrollar las aptitudes y actitudes idóneas para
la generación de nuevos propósitos.
Somos marca, somos
ejemplo, no dejemos que las limitantes que nos fueron impuestas y que en
algunas ocasiones siguen latentes nos pongan la trampa. Que el amor a nuestros
alumnos, a nuestra profesión, a nuestra vida nos llene de energía que contagie
a estos “niños” que están con los puños cerrados a veces a la defensiva y
hagamos de una clase un circulo virtuoso, con luz, agradecimiento y esperanza.